Impresión: Omnimedia
ISBN: 978-9945-8670-2-2
Nº de páginas: 170
Diseño: Lourdes Periche
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A menudo escuchamos que la República Dominicana es uno de los países más avanzados de nuestro hemisferio en lo que se refiere a medios de comunicación. Y aunque la afirmación posea su relativa validez, se pueden contar con los dedos de una mano los artículos que merecen la pena de ser leídos en la prensa local, no tanto por el contenido como por la calidad de la escritura, que es lo que cuenta. Por fortuna, desde hace varios años algunos periódicos reciben colaboraciones de artistas y escritores que hacen más atractivas las páginas donde aparecen sus escritos. Una de esas excepciones la ofrece «Estilos», suplemento de Diario Libre, donde se alternan las voces de algunos de los columnistas más leídos hoy día.
Ginny Taulé Paiewonsky pertenece a esa rara especie de profesionales de estupenda formación que también es capaz de comunicarse con los lectores y sabe hacerlo con desenfado y gracia, sin perder una pizca de elegancia. Sus textos nos acercan a ese costado de la realidad que muchos somos incapaces de captar a simple vista, pero que la sabia mirada de quien escribe nos revela pequeños hallazgos sobre lo ya conocido.
Ginny es artista visual, autora del poemario Catarsis de tinta (2003); es psicóloga con maestría en Ciencias Sociales y posgrado en comunicación corporativa, con una larga experiencia como profesora universitaria e investigadora en los temas de género, muy respetada y querida entre sus colegas. Durante varios años ha publicado una colaboración quincenal en «Estilos», que ahora ha reunido en el libro Con los ojos abiertos. Cuentos, vivencias y reflexiones (Santo Domingo, Omnimedia, 2013, 170 páginas).
En esta esmerada publicación, prologada con sensibilidad por Beatriz Bienzobas, Ginny agrupa diecisiete cuentos, veintiuna vivencias y treinta y dos reflexiones, lo que significa que el pensamiento sale ganando a la hora de los promedios. Al leer Con los ojos abiertos, no pude menos que evocar el recuerdo de aquel libro de entrevistas de Matthieu Galey con Marguerite Yourcenar de idéntico título, publicado en 1982.
Un rasgo sobresaliente caracteriza el acercamiento de Ginny Taulé hacia su propio universo: su mirada positiva hacia los seres y las cosas, lo que deja en nosotros una sonrisa de identificación con lo que nos cuenta, o un gesto compasivo hacia el entorno. Su mirada es aguda, sin ser cáustica, porque jamás se deja ganar por las lamentaciones de los quejosos o la amargura de los resentidos.
Su optimismo, a mi entender, se funda en la esperanza en lo mejor del género humano, sin dejar de hacer la crítica de nuestras penosas realidades colectivas. Como autora de una columna dirigida al solaz sabatino, Ginny maneja la ironía con la destreza propia de las escritoras cultas, muy por encima de las plañideras voces de nuestro ámbito social.
Hija caribeña de la Yourcenar en más de un aspecto, Ginny Taulé está «contra el particularismo de país, de religión, de especie», y sus escritos evidencian su joie de vivre, su respeto por los seres indefensos de cualquier tipo, su amor por los animales y la naturaleza.
El lenguaje empleado por la autora en sus escritos es siempre un lenguaje conciso, diáfano, eficaz. Todo lo dice con una cantidad muy medida de palabras, sin sacrificar el sentido ni el atractivo de sus textos. Coloquial y al mismo tiempo refinada, Ginny se aleja de los habituales esquemas de lo popular manejados en la prensa local. La jerga, en sus manos, es un instrumento para dar un toque de verismo a los personajes, situándolos en su justa dimensión.
Su desenfadado humor allana el camino para la comunicación con los lectores. Lejos de toda solemnidad, los temas son tratados con un lenguaje transparente que no hace alardes de superioridad intelectual. A veces son ejercicios de estilo («Tripeando con la t», «El diminutivo dominicano»), otras veces son aproximaciones a la esencia de las cosas, el disfrute de la naturaleza o los pequeños placeres de la vida («Cultura de montaña», «Sobre piel resbaladiza»).
Cuando uno lee los artículos de Ginny Taulé en conjunto, piensa que ella lleva una especie de diario secreto que ha decidido hacer público. Ella nos cuenta anécdotas, escenas graciosas, situaciones que dan qué pensar, reflexiona sobre esto y aquello, y nos pone de nuevo en contacto, pero de un modo distinto, con las irritantes escenas de la cotidianidad dominicana («Papi bello y lady estrés», «Ruido»).
Resulta indudable el contenido autobiográfico de la columna de Ginny: desentraña recuerdos personales para traerlos al presente. A veces como homenaje al padre («Mi Ciro Peraloca»), o el nostálgico adiós al amigo ido a destiempo («Adiós Arturo»). Como autora de textos para compartir junto a una taza de café, Ginny resulta, como ella misma dice: «Hoy me siento divertida, contenta, traviesa pícara». («Divertida»). Y ese humor tan franco y tan llano se agradece mucho, en una sociedad ensombrecida por groseros modales e insultos gratuitos. Al leerla, siempre nos llegan ráfagas de aire fresco.
José Alcántara
Ginny Talué es un biógrafa de su tiempo y de los territorios en los que vive y de la época que la habitan. Es escritora del aire que viene al parque a pedirle redacción y del aroma del café que le sirve de inspiración.
Ginny es una pluma humildísima, carente de mecanismos egocéntricos que anteponen el YO a la misión misma de transmitir un mensaje.
Ginny es una cronista que relata las ayuda-memorias con las que historiadores conocerán en el futuro, cómo era esta media isla las dominicanas y dominicanos de este tiempo.
Ginny está inmersa en la vida. Conjuga la calle, la casa, la familia, la juventud y los añitos… No emite juicios… Sus palabras forman corrientes de aire que silvan cuando hay oídos para escuchar.
Ginny tiene una capacidad descriptiva que nos permite saborear desde lo más exquisito hasta aquello que irrumpe nuestros gustos, como es el caso de las paticas de puerco,“ Me aferré del tenedor con decisión y lo acerqué a los alimentos como un arma, tome un bocado de aquella mezcla babosa y me ericé entera. Miré a los demás con disimulo paraver si lo notaban, pero todos seguían su curso normal. Tragué rápidamente, e introduje arroz “no contaminado” en mi boca para limpiar el paladar y recuperarme de aquella primera bofetada gastronómica..”
Ginny Taulé describe como etnógrafa la cultura dominicana. Desde el Papi Bello jactancioso de sus conquistas avasallantes, hasta Lady Stress y sus formas de tragarse la vida.
Así mismo mira con gracia la ternura de nuestras costumbres. Taulé te habla del lenguaje del cariño cuando el diminutivo se hace palabra en el argot dominicano. “En la vida hay que darse sus gusticos…Esas son las cositas que me dan alegría, y en momentos de tristeza no me desespero tampoco, porque doy mi lloradita y amanezco nuevecita.”
Ginny ha decidido tomarse la belleza de la vida tan en serio como para dejar constancia de ello por escrito…
“Observar el cielo y recibir con alborozo cada cambio de atuendo de un firmamento coqueto que pasa del azul al blanco y del naranja al morado hasta lucir su gala estrellada de fondo negro con pendiente de luna nueva y lunares verdes de cocuyos traviesos.”
Ingeniosa, simpática, capaz de penetrar en la psicología canina, como si ella misma pudiera convertirse en uno de ellos. “Indignado, decidí que merecía un trago, me acerqué a mi plato de agua y ¿qué creen?, tenía mimes flotando. Lo olí y me alejé, sintiéndome francamente… como un perro.”
Ginny es espejo y ventana. Ventana porque permite recibir lo que hay fuera y mostrar lo que hay dentro y espejo porque al vernos reflejados en aquello que es familiar, nos identificamos y nos sentimos acompañados.
Hasta en algo tan trivial, pero no ajeno, como son las simples imprudencias entre parejas o una sencilla gripe.
Ginny es un gran ser humano, que ha optado por tomarse las fealdades de la vida como anécdotas y testimonios aislados, como para que no lleguen esos a estropear la responsabilidad de generar alegría y goce en esta existencia, en ocasiones, dura.
Taulé juega con el espíritu de las palabras, discriminando los sonidos y materiales de la letra T, recordándonos con su sobrepoblación la descripción de la E en la novela de Georges Perec.
Ginny esculpe ficciones a los que su prosa le expide certificados de nacimientos…
Escribe y describe, trayendo conciencia y paciencia a sus lectores, que tanto lo necesitamos.
“El silencio no viene de una boca cerrada, sino de un alma serena.”
“El respeto no nace del miedo, sino de la consideración.”
“La claridad no se basa en palabras, sino en coherencia.”
“La responsabilidad no es lucidez de algunos, es deber de todos.”
“La educación no empieza en el aula, ni acaba enmarcada en la pared.”
“La paz solo es posible en plural; la mía no viene sin la tuya, la de nosotros.”
Ginny es gramática de cariños.
Ginny Taulé ES.
María Amalia León
No es lo mismo ver que mirar. Podemos elegir simplemente ver, o mirar y atrapar en nuestra memoria cada gesto que nos regala la vida. Y para conseguirlo no hay mejor maestra que Ginny Taulé, quien nos ha permitido, “Con los ojos abiertos”, saborear –café en mano- sus confidencias más personales, algunas obsesiones y todas sus emociones cotidianas desde su ‘sillón sabatino’ durante casi tres años.
En mi caso, abrir la última página de Estilos y, ¡bingo!, encontrar esa columna me ha llenado el cuerpo de alegría, sacado alguna sonrisa y hasta dejado una moraleja para seguir el fin de semana con las pilas puestas. Ahora, con esta recopilación, le invitamos a saborear de nuevo todas sus entregas. De usted dependerá si quiere tomarlas de una vez o a pequeños sorbos.
Ginny Taulé dice que es una creadora de historias. Pequeñas historias, anónimas y cotidianas, entretenidas y positivas, posiblemente escondidas en cualquier rostro o lugar, que han calado en los lectores gracias a su lenguaje franco y llano, siempre inteligente y, en ocasiones, teñido de humor. “Parece escrito para mí”, nos han manifestado muchos seguidores a través de sus mails. Y es precisamente la espontaneidad y coloquialidad de su prosa, lo que constituye uno de los rasgos más notorios de su estilo. Ginny observa, curiosea y mira con intención y atención todo lo que la rodea para, conscientemente, llegar al transfondo de la cuestión.
Leí una vez que ningún lector debería quedarse sin algún conocimiento, por ínfimo que fuera. Creo que ese el propósito de una columna: no sentirnos estafados si al término de una no hemos adquirido algún tesoro útil, interesante o inusitado, algo que no sabíamos y nos satisface saber.
Por eso Ginny no defrauda. Con ella aprendimos a tripear con la T, a comer metatarsos porcinos, a aplicar rítmicamente el diminutivo dominicano, que Murphy sí existe, descubrimos los curiosos Premios Nobel (parte atrás), supimos del amor por sus perros, de sus retiros en Jarabacoa o a gozar con una exquisita oda a su bañera… En total, 66 experiencias divididas entre cuentos, vivencias y reflexiones a través de las cuales Ginny nos enseña que al abrir los ojos decidimos qué y cómo mirar.
Así que ya saben, podemos ir por la vida pasando las cosas por alto o exprimiendo cada sensación. “Nada como conversar con la gente y andar por el mundo con los ojos abiertos”, asegura en una de sus columnas. Y así es como se ha metido en el bolsillo a los lectores dominicanos.
Con este libro te retamos a que mañana, desde que abras los ojos, hagas un ejercicio muy sencillo y elijas: puedes transitar por el mundo viendo o mirando. Ver es estupendo, pero mirar te puede hacer mucho más feliz.
Beatriz Bienzobas
Directora
Revista Mujer Unica
Grupo Omnimedia
“Por todo el libro se percibe el aroma de las palabras, que no es otra cosa que la forma cálida y abrigadora de la sabia mirada de su autora. Tres dimensiones de Ginny se manifiestan en Con los ojos abiertos: la creadora constante, la vital y la pensante. La imaginación pensando, la reflexión imaginando… Porque todo forma parte de una manera de respirar, de ser, de crear y amar.
Cuentos gráciles, de fino humor y precisa arquitectura en los se presienten realidades desconcertantes. Textos breves que son como pequeñas ventanas en las que oteamos la complicada y moviente realidad de hoy. Vivencias que hablan de un corazón honesto y un vínculo purificador y cálido. Reflexiones inteligentes. Hay algo juguetón, algo meditativo, algo muy serio, algo cristalino, algo para pensar, algo para solazarse, algo que aguijonea las ganas de vivir y nos propone tomar a bocanadas toda la vida y también hacerlo en pequeños sorbos, paladeando largamente cada instante. Es, en resumen, un conjunto delicioso”.
Ángela Hernández